Messi no
es el Maradona de los ‘80. Diego y Lionel son jugadores diferentes con
personalidades totalmente distintas. Maradona tenía un temperamento avasallante y que contagiaba al resto. Messi no posee ese espíritu. A Diego se lo divinizó
porque él quiso ser Dios. A Lio no le interesa ser todopoderoso. Al astro del
Barcelona le alcanza y le sobra con ser el mejor jugador del mundo.
Diego fue edificando su propio
altar desde que era joven y cuando sus sueños estaban lejos de cumplirse. Messi
no desea habitar el sagrario que muchos pretenden construirle para continuar el
rito de la comparación. Hay hombres que -gracias a sus aptitudes o voluntades-
logran instalarse en la memoria colectiva producto de lo que hacen, lo que
dicen o lo que transmiten. Lio solo transfiere lo que hace con sus pies.
Exigirle al “diez” de la
Selección lo mismo que le reclamábamos a Diego es injusto y arbitrario. Ambos adquirieron
hálitos disímiles, con trayectorias antagónicas, influencias culturales
incomparables y entornos dispares. A Maradona le brotaban gestos genuinos por
su naturaleza combativa, aunque también era criticado por el juego antes de
México ’86. Sin embargo, nunca se le cuestionó la entrega. Messi es víctima de
las demandas que lo atormentan porque le pedimos –entre otras cosas- que aflore
un espíritu belicoso.
Messi es cerebro y pies. Diego
era cerebro, pies y corazón. Y contrastarlos siempre será odioso. Mientras el
ex entrenador de la Selección se situó en su pedestal, el multicampeón catalán
solo pretende deleitarse dentro de una cancha. Así, la presión que el medio y
el mundo del fútbol instalan sobre Lionel termina haciéndole daño
innecesariamente. Tal vez, Messi no quiera ser líder, responsable o conductor y
simplemente desee ser uno más, como en Barcelona. Entonces, ¿de qué sirve armar
un equipo alrededor de Lio? Probablemente, ese sea el error táctico de los
entrenadores, quienes deben asumir su cuota de compromiso. Los antecesores de
Martino decían que había que montar un esquema similar al del Barcelona para que la
figura se sienta a gusto. Claramente, ese nuevo paralelo también destruyó al
crack. Messi va a estar pleno en Argentina cuando se sienta un jugador más.
Todos descargan presiones sobre
Messi al encomendarle que sea un “salvador”. Debemos evitar trasladarle más encargos.
La capitanía podría ser otra cuestión a evaluar, ya que Mascherano es el líder
espiritual del grupo. Si le quitamos las cargas extra (asuntos de espíritu,
liderazgo o conducción), Lio asumirá automáticamente las responsabilidades
futbolísticas, sin perder de vista las metas reales porque sus cualidades
técnicas son insuperables.
Tanto en la Copa América como en
el último Mundial, Messi fue víctima de su propio “ausentismo”. En
Brasil, tuvo una buena primera ronda, aunque su figura se diluyó en la segunda
etapa. Todos esperamos que Lio levante un trofeo y, para que ello suceda,
primero hay que tomar nuevas decisiones: en lo futbolístico y en referencia al
plantel. Martino tiene que convocar a los jugadores que él crea convenientes
para instalar un esquema acorde a las pretensiones de un conjunto poderoso. La
idea táctica debería ser prioritaria para que Messi encaje en el modelo como
un jugador más.
Entre otras cosas, pedirle a
Messi que cante el himno es absolutamente innecesario. Al contrario de sus
compañeros, él creció en España. Eso no quiere decir que no sienta la camiseta
Argentina. Posiblemente, no pueda profesar aspectos culturales al ciento por
ciento, como Diego, pero este reclamo de excesivo nacionalismo es estúpido. El
GEN maradoniano no está en su ADN. La transmutación entre España y su Rosario
natal o entre Barcelona y la Selección podrían ser mucho más que 10.000 kilómetros.
Luego del triunfo ante Colombia, el
ídolo argentino dijo: “es terrible lo que me cuesta hacer un gol con la
Selección. Hoy tuve jugadas muy claras y no pude meterla”. Hubo una mezcla de
satisfacción por el resultado y cierta desazón típica de un competidor
nato. Claramente, Lionel trabaja este tema desde su pensamiento. La falta de
goles o los desempeños oscilantes generaron una avalancha de críticas contra el
cometa argentino. La carencia de lucidez disparó contra su futura convocatoria.
Que quede claro que Messi no puede faltar, aunque tampoco debe ser el redentor
del equipo. Esa imposición lo arruina.
Ciertamente, Lio no puede soportar
la mochila que tenía Diego porque las personalidades son opuestas. Si
pretendemos que “el enano” solucione mágicamente los problemas de “garra” de la
Selección, estamos encarando todo al revés. Messi no contagia de esa forma y hay un solo
Mascherano. Maradona era el epicentro de las cargas y el distribuidor de
energías. Si lo que falta es “entrega”, hay que encontrar más referentes. Son
sus compañeros los que deben trasladárselo a él porque Messi no tiene esa
virtud o, mejor dicho, su potestad de entrega pasa por una gambeta o un tiro al arco. Se espera que, además de jugar bien, también transmita fiereza. No obstante, lo que no se
forja desde un individuo se debe crear colectivamente. Por lo tanto, la
personalidad del grupo debe construirse grupalmente para enfocarse en Lio.
Asimismo, el entrenador deberá
buscar otros jugadores para que aporten soluciones a los problemas
futbolísticos. ¿Cuánto hace que Zavaleta es titular y aún no aprendió a tirar un centro? ¿Biglia entiende la diferencia entre "poner" y pegar? ¿Di María
jugará alguna vez en búsqueda de sus compañeros? Hay más interrogantes, pero
para descansar en las buenas, se demostró que Pastore es convocable y que Otamendi es el central
que faltaba.
Las falencias futbolísticas tiene
que ver mucho con el armado del mediocampo. Ya no se juega con volantes que
marquen o jueguen. Hoy en día, los mediocampistas deben hacer ambas cosas y,
además, brindar un plus. Martino tendrá que trabajar para encontrar jugadores mixtos,
como tienen Alemania, España o Francia. El dinamismo en ese sector del campo es
elemental para achicar espacios y Argentina cede demasiado terreno cuando lo
atacan.
Por último, Martino necesita perfilar la idea de juego con cierta identidad. Cualquier pensamiento estratégico debe ser con Messi en la cancha. Y Lio solo tiene que jugar. Debe ser uno más. No busquemos su dependencia. Así podrá regalarnos todas sus genialidades, pero no le exijamos actitudes que afloren desde el corazón, que es sólo suyo y él decide compartirlo a su modo. Basta de comparaciones. A Messi le brotan cualidades desde sus pies.