Posiblemente, la
reiteración de imágenes o el deseo de recuperar un pasado mejor nos engañan
cada cuatro años. Tal vez, las jornadas épicas, las frustraciones y las fábulas
de los “cracks” ya retirados agudizan la nostalgia. Así, solo retenemos las
jugadas, los goles o las grandes hazañas, olvidándonos de lo táctico y lo
estratégico.
El Mundial de
Sudáfrica plasmó en las pizarras una innovación táctica ensayada en Europa
durante la segunda parte de la última década. Fue una variable al 4-3-1-2 reciente
y al 4-3-3 de los ochenta, combinando ambos planteos y potenciando algunos
puestos que parecían no tener cabida en los esquemas tradicionales. La
confirmación del 4-2-3-1 en la Copa 2010 ha sido un cambio mínimo, aunque evolutivo.
Por ejemplo, regresaron los delanteros externos luego de que el planeta entero
decidiera jugar, a partir de los ´90, con uno o dos hombres de punta. Asimismo,
los estrategas, enganches o “diez,” que quedaron boyando por Sudamérica o por la
Europa de segunda línea también renacieron tras el breve lapso que duraron el
3-4-1-2 o el 4-3-1-2.
No todas las
selecciones jugaron de esta forma. Varios entrenadores continúan utilizando los
“noventosos” 4-4-2 o 4-4-1-1 que hemos visto desde Italia ´90. A pesar de ello,
y teniendo en cuenta las variables tácticas, la presencia de cuatro defensores
continúa siendo la postura predilecta. De hecho, hace más de 40 años que la
mayoría de los equipos juegan con cuatro hombres en el fondo. Hoy en día, la
utilización de tres marcadores es esporádica o se aprecia en algunos pasajes de
un partido, cuando se desprenden los laterales hacia el ataque.
Esta forma de
defender le sigue transmitiendo mayor seguridad a los entrenadores, teniendo en
cuenta la premisa táctica que dice que “las formaciones se arman de atrás para
adelante”. Más allá de las teorías, casi todos los entrenadores consideran que
utilizar dos marcadores centrales y dos laterales brinda mayor resguardo a la
defensa. Además, se aprovecha mejor el uso del ancho de la cancha para cubrir
los espacios. Proyectando el futuro y revisando el pasado, esta postura táctica
no cambiaría próximamente. Este sector de la cancha es el que menos variables asimiló
en los últimos tiempos, mas allá de lo expuesto por Carlos Bilardo con la
selección Argentina en México ´86, implementando un estricto 3-5-2, cuando las
potencias comenzaban a mutar del 4-3-3 al 4-4-2.
Justamente, el 4-4-2
ha sido uno de los sistemas más criticados, producto del retroceso futbolístico
observado en Italia ´90 y EE.UU. ´94, donde las premisas defensivas se
impusieron con efectividad. En plena crisis, los futbolistas habilidosos y los
estrategas tuvieron que encontrar “su lugar” dentro del campo. Así, algunos de
ellos se convirtieron en “medias puntas” y otros retrocedieron para plasmar su
jerarquía hacia el centro del mediocampo. Parecía que los especialistas se
acababan, aunque surgieron los “volantes mixtos”, capaces de marcar, recuperar,
avanzar, crear y dar pases de gol.
Ejemplificando, un
creativo podía jugar en un esquema 4-4-1-1 en tres posibles ubicaciones: de
medio centro, de volante lateral o como media punta. Quienes se adaptaron en el
medio campo o en el ataque pudieron subsistir, pero los que jugaron por los
costados estuvieron impedidos para desarrollar su juego ofensivo con una visión
de campo periférica. No obstante, estas complicaciones posibilitaron que el
“relegado” pueda reinventarse; aunque muchos sucumbieron ante la táctica y allí
comenzó otro conflicto por la ausencia de especialistas en dichas
posiciones.
El enlace o
estratega específico no tenía lugar y la rebelión se hizo escuchar. Con el 4-4-2
prácticamente ensamblado en todo el planeta, surgió una variable para
reinsertar al eslabón perdido. El 4-3-1-2 fue el mejor planteo para el desempeño
de este tipo de futbolista. El viejo “diez”, volcado anteriormente en un 4-3-3
sobre el medio izquierdo se tiró unos metros al sector interno. Además, el
sistema volvió a considerar al volante central como un monopolizador del corte
y la salida del equipo, por lo menos, desde el sector medular, y también le dio
mayor relevancia –aunque nunca la había perdido- a los volantes externos, mal
llamados “carrileros”. Por suerte, los medio campos fueron mas dinámicos. A
pesar de ello, el esquema triunfó en Sudamérica, ya que Europa mantuvo con firmeza
la tradición heredada de Italia 90´.
En ese rumbo, se
superpusieron en la pizarra el 4-4-2 establecido en el viejo mundo y el 4-3-1-2
sudamericano, dando origen a lo que considero el avance metódico de Sudáfrica,
que fue el 4-2-3-1. Sin referirnos a la defensa, por el congelamiento de los
cuatro hombres en la historia de este deporte, analizaremos el medio campo.
La ubicación de los
dos volantes en el centro se asemeja al juego estratégico del 4-4-2. Pero como
el fútbol es dinámico y, por lo tanto, las posiciones también, estos dos
volantes centrales no son mellizos. Generalmente, uno está más replegado que el
otro. Esto le da mayor protección a la línea de cuatro ante un contragolpe,
sobre todo porque ambos tienen la obligación de marcar. El que juega más
adelantado se encarga de cumplir todas las funciones del medio campo, incluida
su participación en ataque. A grandes rasgos, el crecimiento táctico obligó a
que los dos tengan que hacer tareas similares y/o diferentes.
Delante de estos dos
volantes centrales se ubica una línea de tres. Acá vamos a encontrar la
variable más trascendente que ha tenido el Mundial de 2010. Este trío de
jugadores de la línea ofensiva pueden tener distintas cualidades. Quienes se
ubican por las bandas, izquierda y derecha, pueden ser volantes, marcadores de
punta, medio campistas, volantes ofensivos o delanteros externos. Sin embargo,
en Sudáfrica vimos cómo se desempeñaron quienes en los ´80 denominamos “wing”,
hoy media puta. La explotación de este sector del campo le da al entrenador la posibilidad
de incluir tanto a un delantero como a un mediocampista. Esto es indistinto, el
técnico decide en base a las características de cada jugador y a lo que
pretende del equipo. Un entrenador más defensivo pondría en el terreno a uno o
dos laterales para proteger un sector en lugar de proponer una actitud más
ofensiva.
En el puesto
central, el tridente puede contar con un enganche o un delantero, siendo el
primero un organizador del ataque. La otra opción sería incluir otro delantero
para jugar junto al “nueve” de área.
Analizando la final
España-Holanda, la selección Naranja contó con un “doble cinco”, con De Jong y
Van Bommel, uno represivo y el otro más dinámico. Por delante de ellos, Robben,
Sneijder y Kuyt eran los tres jugadores del tridente ofensivo, previo al
delantero Van Persie.
España prefirió
jugar con un esquema acorde a los jugadores que tenía y jugó con el rombo
tradicional español, con Xavi, Xavi Alonso, Busquets e Iñiesta, más Villa y Pedro
adelante. Así, Del Bosque dispuso un 4-2-2-2 flexible. La selección Ibérica ha
sido un caso particular, donde se diagramaron distintos esquemas en uno,
producto del desempeño de los jugadores, la calidad técnica y las ideas del
entrenador. Desde la cancha, los jugadores transmitían total convicción del
trabajo. La premisa fue mantener el dinamismo posicional a través del juego
asociado con tenencia y traslado del balón. Además, los cuatro medio campistas
tenían libertades para trasladarse por distintos sectores del campo.
Otras selecciones,
como Brasil y Chile, comenzaron el Mundial con esquemas diferentes, aunque el “Scratch”
fue mutando hasta disponer del esquema 4-2-3-1. En principio, Alves, Gilberto y
Ramires eran los volantes, más delante se posaron Robinho y Kaká, y finalmente
Luis Fabiano hizo de “capo cannonieri”. Brasil cambió del 4-3-2-1 a un 4-2-3-1,
donde Elano/Alves, Kaká y Robinho culminaron actuando en el tridente creativo.
Chile tuvo un juego
muy preponderante, avasallante, de mucha vorágine y cargado de verticalidad,
con cuatro defensores, tres volantes y tres de punta. Por momentos, el equipo
de Marcelo Bielsa defendió con dos jugadores y atacó con el resto. Un sello “bielsista”
que le quitó a Chile el mote de ir “a pasear” a la Copa. Argentina continúa
retrocediendo futbolísticamente, a pesar de sus grandes valores individuales, y
aún debe resolver su plan de juego. Es más, en Alemana 2006, con José Pekerman
como director táctico, fue una de las pioneras en el ensayo del 4-2-3-1,
juntando a Messi, Tevez, Riquelme y Crespo. En la Copa de Sudáfrica, el equipo
de Maradona dispuso de cuatro defensores, tres medios y tres delanteros, algo
similar a Uruguay. Por su pare, Italia se animó al cambio cuando se complicó su
permanencia en la Copa: salió del 4-4-2 tradicional y utilizó más jugadores ofensivos.
Francia terminó muy
mal, pero fue una de las potencias que tradujo fielmente la expresión del
esquema referido. Toulalan y Diaby eran los medio centro; Govou, Gourcuff y Ribery
los del tridente ofensivo y Anelka el delantero, siendo Henry y Malouda variantes
de ataque. Mas allá del desempeño de esta selección, Toulanan mostró algunas
cualidades interesantes del puesto, por su impronta y técnica fue un jugador
clave para este esquema.
Los equipos africanos
también jugaron de esta forma y, por lo menos, con buenos rendimientos de Ghana
y Costa de Marfil. Las “Estrellas Negras” han sido grandes exponentes del
4-2-3-1. Annan y Prince Boateng fueron los volantes centrales; Tagoe, Ayew y Asamoah
los tres ofensivos, mientras que Gyan actuó de punta. En el caso de “Los
Elefantes”, Yaya Ture y Tiote ocuparon el medio; delante estaban Eboue, Dindane
y Keita, y Drogba era el as del área.
Alemania también
optó por el esquema de Sudáfrica y fue de los mejores, volcando varios
jugadores en la ofensiva, pero con obligaciones en defensa. Khedira y Schweinsteiger
oficiaron de volantes –más el aporte de los laterales Lahm y Badstuber pasando
al ataque-; en el tridente aparecieron Mueller -casi un wing derecho-, Ozil y Podolski,
siendo el infalible Klose el hombre gol. Los germanos realizaron variables, por
ejemplo, cuando Ozil se paró de enganche clásico y Podolski se adelantaba para
jugar pegado a Klose.
En consecuencia, el 4-2-3-1
posibilita tener una matriz de ubicación en el campo para cada jugador, según sus
características y el trámite del partido. Por ejemplo, si el equipo está ganando
y hay que defender, los dos extremos de la línea de tres ofensiva retroceden por
su sector como “carrileros”. Además, el medio centro ofensivo baja y el delantero
tapa la salida. De este modo, a la defensiva, el 4-2-3-1 se puede transformar
en un hermético 4-4-1-1. En tanto, cuando el equipo ataca, los integrantes del
tridente ofician de delanteros externos más el avance de uno de los medio
centros. Así, puede haber dualidad de funciones.
Este ha sido el
avance táctico de la década y, por el
momento, no se vislumbran variantes hacia Brasil. Sudamérica no atesoró
el 4-2-3-1, salvo algunos equipos brasileños. Da la sensación que la defensa de
cuatro hombres tendrá una permanencia definitiva en el deporte más trascendente
del planeta. Mientras tanto, lo que suceda de mitad de cancha hacia adelante
dependerá de los entrenadores. Muchas veces, la evolución va de la mano de las
ideas y el 4-2-3-1 de hoy se adapta perfectamente al fútbol que se juega.