La presentación Argentina no fue la esperada. Como de
costumbre, y sobre todo para el resto del mundo, los nombres generan mucha
expectativa en la opinión pública. Sin embargo, la conformación del equipo aún
es una tarea pendiente para el entrenador. Lo fue para Maradona en Sudáfrica y, anteriormente,
para Sergio Batista luego de la era Pekerman. La selección albiceleste llega a una cita
cada cuatro años sin un proyecto plasmado en su juego, carente de un plan
estratégico e improvisando según lo que decidan los jugadores en la cancha.
Bosnia fue más de lo esperado, producto de lo anteriormente
mencionado y del desconocimiento del rival. Esta temática lleva a la Argentina
a ser candidata al título constantemente, en virtud de las eliminatorias y los
amistosos, aunque en las Copas del Mundo florecen los puntos débiles. La
preparación es solo física y eso no alcanza.
Con jugadores en las ligas más importantes de Europa, el
conjunto europeo se paró con un esquema 4-3-3, con un mediocampo combativo y
también dinámico, una defensa que proyectó a sus laterales y con un hombre de
punta, asistido por los extremos, quienes jugaron más retrasados.
Alejandro Sabella llegó con dudas al primera partido de
Brasil 2014 y dudó respecto al esquema a utilizar. Posiblemente, se habrá dado
cuenta –algo tarde- de que el resto de los participantes se protegía mejor que
su seleccionado. Si a esa disyuntiva le sumamos el desequilibrio de su equipo,
producto del potencial ofensivo y de la débil defensa, tendremos el resultado
de disputar el primer compromiso de la competencia con un esquema 5-3-2.
De entrada, Bosnia se agrandó y probó. El esquema argentino
se partía en dos cuando Messi y Di María atacaban y, al mismo tiempo, cuando la
defensa se replegaba ante los contragolpes que armaban Besic y Pjanic. Así, la celeste
y blanca se estiró, facilitando el avance bosnio. Sin embargo, el gol
tempranero en la propia valla del conjunto balcánico simplificó el primer
dilema de Sabella.
Luego, se dio un trámite más parejo, donde Argentina se
replegó y Bosnia buscó la igualdad. El sistema era de 5 defensores, con tres
centrales y dos laterales volantes. En el Mundial, algunos equipos formaron con
tres centrales, pero los que oficiaron de laterales eran jugadores
polifuncionales, más volantes que defensores, casos Holanda o México. En el
caso argentino, Zavaleta y Rojo colaboraron para empeorar, ya que el equipo
jugó más a lo ancho que buscando profundidad.
Este último aspecto, sumado a la “idiosincrasia” localista
de jugar con la tenencia del balón y hacerlo rotar permanentemente, con un
estilo similar al fútbol de las décadas del ’70 y ’80, postergan la maduración.
Los representantes europeos juegan a un toque, en velocidad y con una dinámica
envidiable. La mayoría de los conjuntos sudamericanos hacen lo contrario,
trasladando la pelota hasta el hartazgo y demostrando incapacidad de resolución
en cámara lenta. Solo con el ingreso de Gago en el segundo tiempo esta
tendencia cambió y Argentina mejoró.
Otro de los errores del entrenados argentino, ante el temor
de su zaga, fue superpoblándola, en vez de reforzar la primera línea defensiva,
esto es el mediocampo. Solo Mascherano intentó recuperar pelotas perdidas,
mientras Di María atacaba y Maxi Rodríguez pasaba desapercibido. Además, Messi
no tenía socios, a excepción del hombre del Real Madrid. Continuando con las
falencias, muy pocos jugadores argentinos actuaron en sus puestos, es decir,
aquellos que ocupan en sus clubes permanentemente. En consecuencial, durante el
primer tiempo, Argentina demostró desconcierto.
Una genialidad de Messi y el gran trabajo de Gago en la
segunda parte resolvieron el triunfo para arrancar el torneo con tres puntos. Las variables tácticas resolvieron en parte los conflictos y, posiblemente, este esquema no se repita. Sin embargo, Argentina deberá encontrar las soluciones rápidamente para
aumentar sus chances de jugar los siete partidos, algo que, por el momento, es
solo hipotético.