Argentina 1-0 Irán
Argentina ganó por
Messi y por Romero. Esto habla de la dependencia que la Selección tiene con su
figura, más allá del carente desempeño colectivo. Por otra parte, que el
arquero haya sido importante fue una clara muestra de las falencias defensivas.
Hasta el momento, el
conjunto de Alejandro Sabella ha sumado dos triunfos y varios desaciertos.
Bosnia e Irán no son medida para un equipo que pretende ser campeón. Entre los
candidatos a ganar la Copa, Argentina asomaba como favorito producto de Messi,
de los delanteros que lo acompañan, de los rivales del grupo F y devun fixture
accesible. Sin embargo, la Selección no llegó preparada a Brasil, como tampoco
había arribado a Sudáfrica 2010.
La improvisación es
alarmante, los proyectos inexistentes y los resultados son producto de las
virtudes individuales o de los errores colectivos. Tal el caso del seleccionado
en estas dos presentaciones. La convocatoria a último momento de Martín Demichelis
fue el anticipo de uno de los principales temores de Sabella: la defensa.
Conformada con jugadores de poco ruedo, sobre todo Rojo, Garay y Fernández, la
última línea del equipo comenzó a diagramarse durante 2013, en las
eliminatorias. Las inseguridades del entrenador hicieron que para el debut
cambie de esquema y arme un sistema con cinco defensores. Pero los problemas
defensivos hacen a un todo y no a la cantidad de jugadores en la zaga.
El encuentro con Irán
fue una demostración de que los problemas defensivos comienzan con los
delanteros, que no retroceden un metro para marcar, desprotegiendo a un
solitario Mascherano y exponiendo a Romero hasta convertirlo en figura ante una
de las selecciones más pobres de la Copa. Argentina estuvo a pocos minutos del
papelón total de no ser por la genialidad de Messi. Asimismo, la segunda línea
de contención debería ser el mediocampo, pero Argentina lució estirada, siendo
un equipo partido en dos, con defensores que retroceden desordenadamente y con
delanteros que no colaboran. Holanda, Francia, Colombia, México, Chile,
Alemania y Ghana están bien armados en la mitad de la cancha y el equilibrio en
ese sector es elemental. El equipo argentino tampoco cuenta con esa
característica, transformándolo en un conjunto endeble.
La dependencia al astro
del Barcelona resulta lógica, aunque el resto parece no entender a qué y cómo
jugar. ¿Lo sabrán? Por lo visto en este Mundial, la mayoría de los equipos
tienen una premisa, más allá del sistema, que es jugar en velocidad y a un
toque. Es decir, el traslado de la pelota es escaso y el juego colectivo
prioritario. Nada de eso hace Argentina. Para colmo, el planteo es siempre el
mismo: tener la pelota, asfixiar al rival, acorralarlo y tratar de entrar por
huecos que no se generan. Imposible. En cambio, los demás equipos resignan un
poco la tenencia del balón para intercambiar golpes, generando espacios y
obligando al otro a ir a buscar el partido.
La falta de espacios es
productiva para los rivales, que se abroquelan atrás, marcan mejor a las
figuras y están preparados para el contragolpe. Desde Sudáfrica 2010 quedó
claro que el contraataque es la premisa ofensiva de la mayoría, producto de la
dinámica del juego. Argentina mantiene la idiosincrasia anticuada de
lateralizar el juego hasta que algún genio frote la lámpara. Absurdo. Además,
con la característica de los jugadores, la Selección debe optar por el
contraataque. La velocidad manda, y jugar de primera parece un insulto para los
argentinos. Lo extraño es que en sus clubes todos juegan así y son jugadores de
por sí rápidos. Llamativo.
Finalmente, otra de las
cuestiones a resolver es qué sistema elegir, en base a los jugadores que se
tienen. Para ello, Sabella debería saber en qué puestos se desempeñan sus
futbolistas en cada uno de los clubes. ¿Por qué cuando se ponen la camiseta
argentina estos jugadores cambian la forma de jugar? La falta de trabajo y de
coordinación es la respuesta. “Los centros que Burruchaga envía en Francia los
cabecea Valdano en España”, decía Carlos Bilardo cuando dirigió a la Argentina
campeona en México ’86. Nada de eso sucede en la Selección desde hace años, no
es un problema novedoso, al contrario, es un defecto reiterado y no resuelto
jamás.
Con la clasificación asegurada, el equipo argentino disputará el último encuentro ante Nigeria para conocer su próximo rival. Luego, la segunda ronda no ofrece nuevas oportunidades. Como equipo, Argentina nunca apareció y para alcanzar el séptimo partido deberá cambiar radicalmente o soñar con Messi como salvador. La segunda opción es ilusoria, taparía los defectos colectivos y lo peor de todo es que éste parece ser el único camino.
Con la clasificación asegurada, el equipo argentino disputará el último encuentro ante Nigeria para conocer su próximo rival. Luego, la segunda ronda no ofrece nuevas oportunidades. Como equipo, Argentina nunca apareció y para alcanzar el séptimo partido deberá cambiar radicalmente o soñar con Messi como salvador. La segunda opción es ilusoria, taparía los defectos colectivos y lo peor de todo es que éste parece ser el único camino.