Es el peor momento en la historia de la federación. Las
sospechas fueron confirmadas y sólo la intervención de la justicia
norteamericana pudo quitarle el velo a la trama de corrupción en la entidad
madre. Los dirigentes de las asociaciones nacionales temen que se propague el
virus de la investigación hacia las fronteras de sus países. Y tienen motivos…
¿Cómo se construye el poder desde un club de fútbol?
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Argentinos involucrados: Alejandro Burzaco, Hugo y Mariano Jinkis. |
La fiscal general del Departamento de Justicia de EE.UU.,
Loretta Lynch, reunió los elementos necesarios para hacer lo que nadie en el
mundo se animó: cargar contra los dirigentes putrefactos de la FIFA y su red de
empresarios corruptos. En medio del escándalo, la organización elige
autoridades y Joseph Blatter desea renovar su mandato, con probables
implicancias impuras en su búsqueda para perpetuarse en el poder.
La mega causa gira en torno a los cobros de sobornos por los
contratos de televisación de la Copa América, que afecta a dirigentes de
Conmebol (Sudamérica) y Concacaf (Norte y Centro América) y a varios
empresarios pertenecientes al grupo que posee los derechos de transmisión de los
partidos. Paralelamente, en Suiza, otro caso pretende desenmascarar a los
representantes de las distintas asociaciones nacionales que pudieron haber
recibido coimas para la elección de las sedes de los próximos mundiales de
fútbol.
Las acusaciones no son nuevas: en 2012 se desató el primer
escándalo en la FIFA cuando la BBC de Londres reveló que la empresa ILS pagó
sobornos para transmitir los Mundiales por TV. El caso le costó el puesto
honorífico a uno de los creadores del monstruo, Joao Havelange, quien condujo a
la Federación entre 1974 y 1998.
Havelange (99) estuvo inmerso en casos alarmantes por venta
ilegal de armas y hasta por tráfico de drogas, pero los vínculos con las
dictaduras latinoamericanas en la década del ’70 parecen ser la punta inicial
de un hilo que arrastra a los máximos referentes de la FIFA, entre ellos, al
fallecido Julio H. Grondona y al mismísimo Blatter, el sucesor del brasileño.
La pirámide corrupta tiene en su máxima altura a la FIFA, pero
a medida que bajamos las pendientes encontramos, en segundo orden, a los
referentes de las asociaciones continentales, Conmebol y Concacaf, y en su base
a las entidades nacionales (CBF, AFA, etc.), donde los dirigentes inician sus
actividades como partícipes de la corruptela, para luego graduarse en
estamentos superiores.
En los clubes, los cabecillas participan en los contratos de
jugadores al asociarse con los representantes y managers. La división entre los
derechos federativos y los derechos económicos posibilita el manejo desleal y se
blanquean sus operaciones con terceros para la “compra” de porcentajes de los
pases. De este modo, inventan sociedades que les permiten evadir cualquier
sospecha del vínculo entre la dirigencia y los empresarios.
En Argentina, por ejemplo, las empresas que televisan los
partidos cuentan entre sus principales jefes a ex dirigentes de clubes, como
sucede en Torneos (ex Torneos y Competencias). Así, los referentes de los
clubes pueden proyectar su futuro en la AFA o en las empresas mediáticas de
deportes, como Pablo Paladino o el ya fallecido Armando Tedesco, para luego
acceder a la Conmebol, como José Luis Meiszner, o a la FIFA, como José María
Aguilar, ex presidente de River.
En el país de Grondona hay otros vínculos de AFA sospechosos.
Tal el caso de la empresa Santa Mónica, que explota relaciones comerciales con
la Selección, y fue creada en Argentina por Dardo De Marchi, ex presidente de
Almagro y dueño de una cadena de gimnasios. Su pasado es extraño, producto del
crecimiento sorprendente de sus emprendimientos en tan corto tiempo, tras haber
sido presidente de un equipo “chico”.
Lamentablemente, en los países futboleros nadie se atrevió a
investigar, como sí lo está forjando Loretta Lynch, desde tierras donde el
básquet, el béisbol y el football americano dominan la cultura deportiva. Los
vínculos corrompidos entre el fútbol, los violentos y la política siembran el
terreno para la impunidad. La distancia entre las naciones donde la justicia
funciona y los países subdesarrollados parece inalcanzable. Por lo menos, desde
el reino del “soccer” se declaró la guerra contra las mafias del fútbol…