No es el VAR, son las reglas

Por Santiago Figueredo @sefigue 


La introducción del VAR (video assistant referee) en el fútbol continúa generando discusiones en algunas latitudes. En Argentina -y en otros países de Sudamérica- las críticas se suceden por las decisiones arbitrales en las ligas locales y en los eventos de Conmebol. En muchos casos, parecería que el VAR dirige los partidos dejando en ridículo a los jueces, pero la sensación es que esta herramienta tecnológico-humana llegó para crear “otro” deporte.

Antes que nada, me atrevo a disociar tres niveles relacionados al progreso del deporte: el reglamento del fútbol, el juego practicado y la tecnología a disposición, ya que estos tres espacios no han evolucionado de manera conjunta.  

Así como los avances tecnológicos aplicados al deporte contribuyen con datos e información, la implementación del VAR fue impuesta de facto a raíz de los fracasos arbitrales e improvisaciones dirigenciales -motivadas por conclusiones equívocas sobre el juego- y también porque se intentó introducir el sistema que fuera exitoso en otras disciplinas, creyendo que solucionarían los problemas. 

Tras el Mundial de Italia 1990, donde para muchos el aspecto defensivo venció al ataque, la FIFA tomó el guante, masticó el concepto y realizó algunas variantes normativas con la finalidad de recuperar el fútbol “ofensivo”: castigó el pase al arquero y premió con 3 puntos al equipo ganador del partido. Este impulso sí fue determinante y eficaz, pero fue el único cambio real en décedas porque la mayoría de las reglas se mantuvieron iguales, a excepción de algunas mutaciones irrelevantes. Sólo hubo alteraciones "apreciativas" del reglamento, relacionadas a las manos dentro del área o a la posición adelantada. Y todas aportaron desconcierto.  

Después de un tiempo, el fútbol pareció descubrir cierta mejoría en el juego, aunque -seguramente- las verdaderas revoluciones llegaron simultáneamente con otros acontecimientos. La ley Bosman admitió la libre circulación de futbolistas europeos, provocando un efecto en cadena de importación de jugadores del resto de los continentes. Esa riqueza multirracial y multicultural -también evidenciada por las crecientes olas migratorias- comprobó el surgimiento de nuevos talentos y de otras formas de ver el fútbol, incitando una apertura del pensamiento futbolístico donde se dejó de encasillar las cualidades técnicas de los deportistas según su procedencia. En definitiva, las gambetas ya no serían de exclusividad sudamericana, la velocidad dejaría de ser dominio de los africanos y la disciplina táctica no sería únicamente europea.

La “mixtura” no sólo fue técnica, sino estratégica ya que muchos entrenadores abandonaron su pertenencia en las tendencias ideológicas tradicionales para darle forma a nuevos “credos”: Bilardistas y Menottistas tuvieron que adaptarse o extinguirse…

En relación a las reglas del fútbol, las otras reformas trascendentes habían ocurrido mucho antes del Mundial de Italia. Hay que retroceder a la década del ’60 para encontrar cambios importantes, como la introducción de las tarjetas para sancionar a los jugadores, lo que concedió que el fútbol sea menos violento. 

De Italia ’90 a la actualidad, el Mundial de Rusia 2018 fue el puntapié inicial para la imposición global del VAR; una tecnología audiovisual controlada por humanos. Y muchos la celebraron, justificando que a partir de ello “no habría más injusticias en el fútbol”. Sin embargo, los escépticos se dieron cuenta rápidamente que el primer objetivo de la FIFA era sancionar la mayor cantidad de penales posible para acrecentar los goles en los partidos.

Retomando la simbiosis propuesta entre reglas, juego y tecnología, ésta última todavía no logró consensuar al mundo del fútbol en su injerencia con los arbitrajes. Al momento, sí ha conseguido encajarse para la extracción de información, ya sea para aportar datos duros, imágenes audiovisuales para los entrenadores, estudios corporales para los médicos y preparadores físicos o las estadísticas para periodistas y aplicaciones deportivas. A pesar de ello, los asuntos arbitrales y las relativas al reglamento del fútbol no dejan de estimular las mayores polémicas.

Un hecho trascendente en el Mundial de Alemania 2006 plantó una semilla que a posteriori desencadenó la adquisición del VAR, como fue la decisión de expulsar a Zinedine Zidane en la final entre Italia y Francia, cuando el arbitro argentino Horacio Elizondo había sido asesorado por un juez asistente, quien advirtió el violento cabezazo del francés contra Marco Materazzi en un monitor de TV instalado cerca de su posición.

Hoy en día, aún con el VAR como procedimiento de prueba, los goles dudosos, los penales supuestamente no sancionados, las faltas o acciones disciplinarias no atendidas por árbitros y asistentes y los offsides difíciles de detectar son escenas permanentes de un fútbol que convive -prácticamente- con las reglas originarias de un deporte que progresó en otras facetas.

En principio, la evolución del fútbol podría advertirse en: a) el ritmo de los partidos por la aceleración del juego -tras la aparición de un jugador más atlético y veloz-, b) un idéntico resultado del punto anterior al utilizar una pelota cada vez más liviana y, por lo tanto, que gravita diferente, c) la mentalidad del deportista y de los estrategas, traccionados por aquellas variantes, y que debieron implementar tácticas modernas ante un juego más vertiginoso, y d) la aplicación de la tecnología en servicio del deporte.  

Sobre este último punto hay cuestiones no resueltas en cuanto a la utilización del VAR porque -en muchos casos- aporta confusiones. ¿O será que está mal aplicado? ¿o los árbitros no están a la altura? ¿o el sistema está tan viciado por el poder que las suspicacias existirán siempre? ¿es una cuestión de incredulidad en la herramienta o hacia las personas que deciden?

En el caso de Sudamérica, los arbitrajes tendenciosos han creado en el ambiente -a nivel Conmebol y AFA- un cúmulo de sospechas que, en muchos casos, rozan las conjeturas éticas y morales.

Sea cual fueren los motivos, las autoridades y las instituciones que administran el fútbol no sólo deberían apuntar a reducir el error arbitral, sino también a acrecentar el factor confianza. Y para ello habría que delinear un territorio más justo, equitativo e imparcial. ¿Cómo? En gran parte, reestructurando y ampliando el reglamento del fútbol con reglas mucho más específicas. Sabido es que -en distintos ámbitos- un espacio de justicia con pautas concretas, definidas y delimitadas disminuyen la posibilidad del error, pero también achican las diversas interpretaciones que cada arbitro asuma o que cada espectador, jugador, protagonista o entrenador crea de cada acción.  

Si la FIFA considera que la instrumentación de ciertas herramientas técnicas no implica un avance en las reglas, están equivocados. Lo que necesita el fútbol es un nuevo reglamento que no deje librado al azar los argumentos de interpretación porque, incluso gracias al VAR, se evidencian las supuestas injusticias, pero también los errores de los árbitros. 

El reglamento de hoy, así como está publicado, consta de 17 reglas. Las primeras siete son relativas al terreno, la pelota, los jugadores, su equipamiento, el arbitro y sus asistentes y la duración del partido. Esto es prácticamente medio tomo. A partir de la regla 8 se detalla superficialmente la normativa del juego propiamente dicho: el inicio, la reanudación, el fuera de juego, el gol, las faltas e incorrecciones, los tiros libres y penales y todo tipo de saques. Son apenas 20 páginas que cualquier individuo con capacidad de lectura podría examinarlo en media hora. Pese a ello, la FIFA adosó un anexo con las interpretaciones de algunas reglas, haciendo énfasis en el desempeño arbitral y el de sus asistentes.

En tanto, la International Football Association Board es la encargada de definir las reglas del fútbol a nivel mundial, pero no da la sensación de que hayan tomado su trabajo con seriedad. Por eso, sería importante que se revisen las normas más polémicas, como las manos y fules adentro del área y la ley del offside ya que, por lo dicho anteriormente, el fútbol se mantiene prácticamente con una base reglamentaria de casi 100 años.

Lo que aquí se pretende es que el reglamento del futbol sea mas especifico, sobre todo con las pautas relativas al juego, a las faltas e incorrecciones y a las jugadas de fuera de juego. Una acción similar realizada en distintos partidos es interpretada de diversas formas por los árbitros, pero de haber un detalle que identifique todas las posibilidades de una falta, por ejemplo, como la acción de tocar la pelota con la mano dentro de la propia área, rebajaría el margen de error arbitral. 

Un aporte: no todas las manos en el área merecen la injusta sanción del penal en contra. Si la pena identificara que las manos que evitan un gol (Kempes ante Polonia en 1978) son punibles de un penal, mientras que el resto culminen con -por ejemplo-  un tiro libre indirecto (dentro o fuera del área), habría cierto equilibrio y no tanto dramatismo. Y el VAR eso no lo resuelve. Es más, sería muy esclarecedor que el reglamento señale la diferencia entre "tocar el balón" y que "le pegue en la mano". La intensionalidad debería reforzarse.  

El VAR no es nuevo ni originario del fútbol, sino que fue importado desde otros deportes que trabajaban con métodos similares. Cuando la NFL (national football league) decidió incorporar la tecnología para la revisión de las jugadas de forma oficial en la década del ’80 -tras casi 20 años de experimentación- lo hizo para ayudar a los árbitros en la toma de decisiones y no para controlarlo.

Esto no implica que la aplicación del VAR en el fútbol deba realizarse de la misma forma que en los deportes donde "triunfó" la revisión televisiva para jugadas controversiales. Por ejemplo, en el tenis, el “ojo de halcón” es utilizado básicamente para cerciorarse dónde pica la pelota. Es un dato fáctico, real y visible.

En la NFL la revisión de video fue exitosa en parte porque la esencia de aquel juego es inversa a la de nuestro fútbol: se trata de un juego de cortes e interrupciones permanentes, determinados en lapsos mínimos de tiempo, donde cada jugada dura un máximo 6 segundos promedio. En cambio, el fútbol es un juego de continuidad. Por eso, tanto el reglamento del football americano como su práctica están constituidos sobre una dinámica muy distinta. Asimismo, su reglamento es un libro gigantesco, donde cada norma cuenta en detalle las posibles acciones dentro del terreno de juego. No son 20 páginas…

Será importante considerar que el fútbol no debería someterse a la tecnología ni depender de ella porque la herramienta debería utilizarse como servicio o soporte, como ocurre en otros deportes. Además, en el football americano el tiempo y el espacio son el mayor atributo del juego. En el fútbol no. Por eso, es clave que el reglamento acompañe el espíritu del juego, en vez de mutilarlo de a poco. 

La experiencia reciente del uso del VAR en Sudamérica -expuestas sobre todo en las últimas Copas Libertadores- reveló que, además de resolver acciones dudosas o polémicas, es posible “inventar” jugadas que no fueron percibidas por los sentidos humanos en tres dimensiones. La posibilidad de contar con una pantalla plana, bidimensional, que no puede interpretar superficies, ímpetus, intensiones y, por lo tanto, ciertas "realidades", no resuelve las verosimilitudes. En todo caso se ajusta el ojo del hombre a una pantalla plana. Y la foto no es la jugada.

Bajo estas apreciaciones, el VAR podría usarse para algunas ocasiones puntuales: por ejemplo, cuando la pelota ingresa o no en el arco, en los offsides -con nuevos criterios a revisar con urgencia- o para confirmar los goles convertidos. Creer que la repetición de video sea la que asuma la mayoría de las decisiones en un partido parece bochornoso y, lo más importante, es que destruye la esencia de un juego de continuidad.

Entiendo que la tecnología debería estar al servicio del deporte y no al revés. Además, el VAR se aplica mal porque pareciera que la herramienta -por intermedio de otros hombres- es la que termina juzgando y no funciona para lo que fue creada: ayudar al árbitro.

En definitiva, las pantallas deberían ser un método de colaboración con los árbitros, una herramienta de apoyo ante la duda, y no ser parte de un juicio público. Y otro de los problemas que afronta este procedimiento de revisión por imágenes de video es que los árbitros pueden llegar a demorar varios minutos en tomar una decisión, algo que en un deporte de continuidad no debería ocurrir.

Tanto la FIFA como sus asociados creyeron que el VAR llegaría como la solución a los problemas arbitrales, sin comprender que el error humano acompañaba las imperfecciones reglamentarias. El intento de mejorar el arbitraje, incluso con la tecnología o con la decisión de elevar la cantidad de jueces en un partido, no puede darse si todo lo demás ha evolucionado menos sus leyes.

El fútbol -como cualquier disciplina- siempre deberá convivir con el error arbitral, mientras que la repetición por video mal aplicada podría desnaturalizar el juego, aun habiendo cumplido con resolver todos los fallos controversiales. Por lo tanto, el principal problema del tema arbitral en general está en la falta de especificidad en las reglas de juego porque se habilita el libre albedrío de la interpretación

Las leyes deben seguir el propósito del equilibrio. Sin embargo, la FIFA tiene una visión inquisidora cuando argumenta "modificar" algunas pautas porque en ellas predomina el espíritu del castigo por encima del aprendizaje, incluso de la justicia.